sábado, 8 de marzo de 2008

ESTO DIJO EL DIARIO LOS ANDES:JAQUE UN NAUFRAGO EN MEDIO DE LA DISPERSION

Jaque, un náufrago en medio de la dispersiónLa política mendocina marcha sin rumbo ni brújula. El gobierno naufraga en un mar repleto de islas contradictorias entre sí, la mayoría de las cuales están sometidas a un único poder central. Una fenomenal crisis institucional que requiere soluciones originales. Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar A pesar de ser considerada Mendoza una de las provincias argentinas más avanzadas institucionalmente, su crisis política es una crisis institucional. Porque si bien no tenemos patrones de estancia como los que manejan otras provincias (y quizá hasta la Nación), en la medida que las instituciones no se pueden reformar un ápice, decaen en funcionalidad y eficiencia. Por lo que algunos se ven tentados de sustituirlas por caudillos que harán las cosas mal pero al menos las hacen, mientras que nosotros, los mendocinos, institucionalmente seremos muy prolijos, pero políticamente cada vez gestionamos menos y peor. Para entender lo que nos pasa es preciso hacer un repaso suscinto de nuestra historia institucional en democracia. Período posible de dividir en tres partes. 1) Renovación. La primera época va de 1983 a 1995; 12 años cuando se renovaron espectacularmente, en líderes, ideas y generaciones, los tres grandes partidos locales, sin que ninguno haya podido imponer una preponderancia definitiva sobre los otros. Para bien o para mal, con sus pros, peros y contras, allí surgieron todos los dirigentes de la Mendoza actual. 2) Empate. La segunda época empezó en 1995 con la división del PJ gobernante y culmina en 2007 con la división del radicalismo gobernante. Fue una época bisagra, la más interesante y también la más fallida. Interesante porque en ella se vio la complejidad institucional de Mendoza que no tolera hegemonías plenas. Y si no, repitamos este curioso mapeo electoral: en 1995 ganó el PJ, en 1997 el PD, en 1999 la UCR, en 2001 el PJ, en 2003 la UCR, en 2005 la UCR y en 2007 el PJ. En 12 años sólo una vez un mismo partido ganó dos elecciones seguidas, probando la increíble pluralidad de Mendoza en un país políticamente cada vez menos plural. Ahora bien, en esa ventaja estuvo el problema. Porque sin hegemonía política, la única forma de tener gobernabilidad y gestión es a través del acuerdo político, al menos en los grandes temas de Estado. No obstante, en esos 12 años la única política de Estado acordada entre los líderes partidarios que tuvo algún tipo de éxito fue la reforma en seguridad de 1998. Pero, fuera de esa excepción, no hubo en todo el período más intentos logrados, con lo cual se perdió una oportunidad irrepetible de reformar institucional e integralmente la provincia. Como en 1916 sí supieron hacer los dirigentes de aquel entonces (con la gran reforma constitucional de Julián Barraquero) frente a un también similar empate de fuerzas políticas, ante la decadencia del hegemonismo civitista y el aún no nacido hegemonismo lencinista. 3) Dispersión. En 2007, luego del empate político que los políticos locales no supieron aprovechar, salvo para obstruirse mutuamente y así hacer perder eficacia de gestión al modelo institucional mendocino, la intromisión nacional se comenzó a sentir en la provincia como nunca. Es más, no fue la Nación quien se metió sino los propios mendocinos quienes -a modo de Caballo de Troya- introdujeron lo peor de fuera, dentro. Con efectos desastrosos: estallaron los partidos, aparecieron los neolemas, nos subordinamos a todos los dictados nacionales (olvidando hasta la sutileza del antiguo y ambiguo conservadurismo mendocino capaz de decir “sí, pero no”) y produjimos una dispersión jamás vista de las fuerzas políticas locales, junto a una concentración del voto presidencial en una sola opción (Cristina de Kirchner) también jamás vista, al nivel de un feudo más que de una provincia desarrollada. La hoy presidenta obtuvo un promedio nacional del 45% (con aún menor porcentaje en las grandes urbes del país), mientras que acá sacó la friolera de casi 20 puntos por encima del promedio nacional. O sea, tenemos hoy una provincia donde los partidos locales fueron sustituidos por grupúsculos dispersos y las opciones nacionales se redujeron a una sola. Equiparable a una colonia o un virreinato. El enigma Jaque. El gobernador Celso Jaque asume precisamente cuando se inicia esta tercera etapa que nadie sabe qué final tendrá. Él es parte de la ola kirchnerista pero no llegó arrasando institucionalidad local sino siendo más respetuoso de la misma que su competidor inmediato -también kirchnerista- ya que se ocupó de preservar su partido, hacer internas en el mismo y no se presentó como un candidato arrastrado por las figuras nacionales. No obstante, ya asumido Jaque, la dispersión no ha hecho más que incrementarse hasta niveles inauditos. A tal punto que Mendoza parece haber cambiado sus partidos tradicionales por alas o islas de un solo movimiento. Por lo tanto, sostener hoy que en la provincia existen los partidos tal y tal, nos dice poco y nada. Pero todo se comprende bien si dividimos la política gubernamental en, al menos, cinco grandes alas: 1) El ala derecha encargada de la seguridad, en manos del PD. 2) El ala izquierda encargada de los derechos humanos, en manos del Polo Social. 3) El ala opositora interna (porque también es K), encarnada por Julio Cobos y sus seguidores concertadores. 4) El ala peronista ortodoxa que es la base de sustentación política del jaquismo, hoy disconforme por la preponderancia en la gestión de las alas derecha e izquierda extrapartidarias (máxime cuando un peronista ortodoxo es capaz de ser de derecha y de izquierda y todo lo que sea necesario, al mismo tiempo y a la vez). 5) El ala nacional, o centralista, o monárquica, quien hasta ahora nos impuso su huso horario y nos obligó a mentir la inflación. Ala madre, de la cual todos parecen esperar la palabra definitiva sin la cual nada es posible. A su vez, cada ala está dividida en infinidad de sub-alas que no necesariamente se compaginan entre sí, inmanejables dentro de cualquier esquema racional. Imposibles de acordar políticas porque nadie conduce a nadie. Ése es el cuadro de situación. El Consejo de Alberdi. Ningún ejemplo histórico sirve para imitar, pero sí para aprender del pasado útil. Refresquemos en la memoria una forma constitucional mendocina no muy conocida: Desde 1854 hasta 1894 el Ejecutivo provincial no fue unipersonal sino colegiado, compuesto por un gobernador más un Consejo de Gobierno con facultades co-legislativas, de siete miembros: un ministro, el presidente de la Cámara de Justicia, un funcionario de Hacienda, dos representantes de los municipios y un ex-gobernador. Esa forma institucional fue propuesta nada menos que por Juan Bautista Alberdi quien -al decir de Dardo Pérez Guilhou- buscaba con el Consejo de Notables evitar que el gobernador deviniera un caudillo despótico. Además, ese Consejo fue encargado también de construir políticas generales, de encontrar los puntos comunes entre la élite gobernante de aquel entonces. Luego, con el tiempo y las sucesivas reformas, el Consejo sería sustituido por un Senado, pero con igual espíritu de reunir en él a las figuras más notables de la provincia o a los jefes políticos realmente representativos. O sea, tanto Alberdi como Barraquero y la mayoría de nuestros forjadores de instituciones pensaron, para construir una Mendoza no caudillesca, en reunir un grupo de élite con algún poder de decisión capaz de evitar el despotismo como de encontrar los puntos estratégicos compartidos por todos los mendocinos. Un grupo que pensara sólo en el interés superior de la provincia cuando las luchas de facción lo ocultaran hasta hacerlo casi inexistente. El Senado de la mosca del mediterráneo. Es cierto que hoy seguimos teniendo un Senado, pero hace rato que nos hemos olvidado de su papel originario de constructor de grandes acuerdos políticos e históricos, hasta devenir ahora una repetición (o algo peor, como ocurrió con la votación del Iscamen) de la Cámara de Diputados. Lo cual revela la innecesariedad de la bicameralidad en estas circunstancias. Reflexión final. Así como nuestros constitucionalistas más sabios, en momentos de crisis instituyeron organismos con poder de decisión donde reunir a las figuras más notables, más respetadas, con más experiencia y más poderosas de la provincia con el fin de acordar un rumbo a largo plazo y las instituciones por donde conducir ese rumbo, hoy habrá que pensar en algo parecido, aunque por otras razones. Porque así como en aquellos entonces la razón fue evitar el caudillismo y el despotismo, hoy la meta deberá ser la de evitar la anarquía y la disgregación de la política local en islas dispersas e inconexas frente a las cuales el gobernador es un náufrago cada vez con menos poder. Y todos, el gobernador náufrago y los políticos islas... sin brújula.